12 febrero, 2011

Autocontrol

Me asombra la manera en que algunas personas controlan su enojo. Es una de las cuestiones que me parece admirable en un ser humano. Yo solía ser más irasible que en la actualidad, pero aún mi carácter debe seguirse molodeando en esa área. Leyendo un libro encontré un relato de Dale Carnegie, al respecto.
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Bob Hoover, un famoso piloto de pruebas y participante frecuente de espectáculos aéreos, iba de regreso a su casa en Los Ángeles despues de un espectáculo aéreo en San Diego. Como describió la revista Flght Operations, a 100 metros de altura, ambos motores se apagaron repentinamente. Por medio de una arriesgada maniobra fue capaz de aterrizar el avión, que aunque se dañó mucho, nadie salió lastimado.
El primer acto de Hoover después del aterrizaje de emergencia fue inspeccionar el combustible del avión. Como lo sospechaba, el avión de hélice de la II Guerra Mundial había sido cargado con combustible para turbinas, en lugar de ponerle gasolina normal.
Al regresar al aeropuerto, pidió ver al mecánico que había revisado el avión. El hombre joven estaba enfermo por la agonía de la equivocación. La lágrimas le saltaban de los ojos conforme Hoover se le acercaba. Acababa de causar la pérdida de un avión muy caro y también podía haber costado la vida de tres personas. Pueden imaginarse la ira de Hoover. Uno podía anticipar la lengua que iba a desatar este orgulloso y preciso piloto. Pero Hoover no le reprochó nada al mecánico; ni siquiera lo criticó. En lugar de eso, puso su brazo en los hombros del hombre y le dijo: "Para mostrarte que estoy seguro de que no volverá a suceder, quiero que revises mañana mi F51".
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En definitiva, es más importante proponer el comportamiento adecuado en vez de quejarte del comportamiento errado. A practicarlo.